Mi formación como artista empezó en el verano del 2003, mientras el gran maestro de maestros, Jordi Cruz, me enseñaba a hacer el mejunge ART ATTACK, y desde ahí… hasta ahora.
Sergius Fitz (Tenerife, 1992), graduado en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna, se autodenomina posiblemente uno de los peores artistas con el mejor gusto. Con un sentido del humor peculiar y una destreza única para mezclar ceras de colores y cartulinas, Sergius descubrió que podía comunicarse de una manera más efectiva a través de imágenes inocentes y palabras cargadas de realidad.
En 2018, Fitz se muda a Madrid, convirtiendo Lavapiés en su propio lienzo, dejando ilustraciones e intervenciones artísticas en las paredes del barrio. Sin limitarse a Madrid, sus creaciones han trascendido fronteras, llegando a ciudades como París, Lisboa, Oporto y Londres. Con una estética que abraza lo infantil y lo descuidado, Fitz ha logrado no solo conquistar el panorama artístico local, si no también dejar su huella en escenarios internacionales.
En 2022, participó en una exposición colectiva sobre Pedro Pascal, organizada por Clara Trash en Barcelona, su obra se ha visto también a través de diferentes medios que se han hecho eco como Madrid Secreto o el Periódico de Tenerife. En 2024, ha participado en la feria de arte contemporáneo Hybrid de la mano de la Galería Beatriz Pereira y en la individual De vacas y vaqueros en Estudio Arriaza y ha colaborado con la marca RARO! Underwear.
Para conocerte más, háblanos sobre tu formación y tus primeros pasos como artista
Mi formación como artista empezó en el verano del 2003, mientras el gran maestro de maestros, Jordi Cruz, me enseñaba a hacer el mejunge ART ATTACK, y desde ahí… hasta ahora.
Luego más tarde, me formé en Historia del Arte en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Una vez salí de la universidad, empecé a trabajar en medios de divulgación artística, fundé –junto con varios compis de la universidad– la revista THE CULTURAL BUKKAKE que, por razones obvias tuvimos que cambiar de nombre a los pocos meses, y aún sigue editándose online bajo el nombre de THE CULTURAL, aunque hace muchos años que ya no participo en ella. Necesitaba comunicarme de otra forma, y empecé a realizar carteles con mensajes sobre el amor propio, el dolor de la pérdida de un amor, el amor familiar… y, en cierto modo, a día de hoy, es lo que sigo haciendo, aunque ahora bajo otra estética.
El lugar donde todo sucede: el estudio del artista. Uno de los lugares donde más tiempo pasas. Donde reinan y conviven el orden y el desorden, las ideas y su materialización, ¿cómo es en tu caso?
Pues en mi caso, mi propia casa es mi estudio. Mi pequeño piso en Lavapiés es donde tengo todos los lienzos, los block de dibujo, las ceras… es realmente un poco desastre jajaja, pero dentro de todo el desorden está un mircrouniverso propio, lleno de referencias a los artistas a los que admiro y me hacen feliz.
Ojalá algún día poder tener un estudio propiamente dicho, un estudio al que me gustaría llamar Frangollo Studio (el frangollo es un postre típico de las Islas Canarias). Pero por ahora me conformo con mi pequeño pisito, durmiendo al lado de mis obras y mirándolas mientras me preparo la comida.
Comenzar una obra o un proyecto siempre es complicado, como enfrentarse al papel en blanco. Cuéntanos cómo es ese proceso de inicio de una obra o proyecto nuevo
Todo empieza con una frase. Alguna que escucho en una canción, una película, una conversación con amigos… Para mí eso ya genera unas imágenes que voy asociando a otras ideas y de ahí salen mis obras. Las filtro bajo una estética infantil, que hacen mucho más digerible algunas de ellas.
Una próxima meta que tengas en mente y quieras alcanzar
Pues me gustaría poder impartir algún mini taller sobre creatividad para familias, en la que los niños y padres puedan crear obras juntos. Podría ser algo realmente divertido.
Si tuvieras que elegir sólo una palabra que englobe y defina tu trabajo, ¿cuál sería?
Amor.
Tu obra recibe influencias de la cultura americana y cowboy, ¿de dónde viene esto?
Pues realmente creo que es por una asociación de ideas infantiles. Pasé una infancia rodeado de terrenos áridos que nada tiene que envidiar a los desiertos americanos jajaja.
Mi familia tenía una pick up azul de la marca Toyota donde nos subíamos para ir al campo a recoger castañas, mis tíos usaban sombreros de cowboy y uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es estar jugando con un bisonte americano de playmobil. Creo que mi amor por esta estética viene de ahí.
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